miércoles, 6 de octubre de 2010

The Little Pea


Javier Hernández Balcázar es un futbolista de tercera generación. Éso en sí no tiene por qué ser un certificado de autenticidad... Por cada futbolista que pareciera llevar ésto en la sangre, hay muchos como Hugo Sánchez Portugal que terminan viviendo de la fama de su progenitor.

Sin embargo para la Nación Chiva y para la enorme mayoría de los mexicanos en este joven delantero están volcadas las expectativas y los sueños a futuro del balompié nacional.

Con un ascenso meteórico y un promedio de gol por partido que en este momento lo tienen en el top 5 de goleadores del mundo mundial (sorprendente, pero sí...) es casi inevitable enamorarse de este carismático joven con cara de niño. Cosecha elogios a diestra y siniestra, y no de cualquiera eh... Sir Alex Ferguson, Gary Neville, Paul Scholes entre otros se han pronunciado favorablemente del mexicano comparándolo con una antigua gloria del Manchester United, Ole Gunnar Solskjaer.

Los niños quieren ser como él, los hombres lo envidian, las mujeres lo adoran. Es joven, anota, tiene una sonrisa perfecta y despide un aura de niño bueno que hace que todas las señoras mexicanas lo quieran como yerno.

¿Entonces por qué a mi no me llena el ojo?

La respuesta fácil (y probable) es que sí, me da envidia su situación. Y no me faltarían motivos como ya he dado a entender: es joven, atractivo, con mucha$ razone$ de pe$o para que la$ mujere$ $e enamoren de él y con todo un futuro por delante.

Pero no, sinceramente no es nada más éso.

Al principio pensaba que su racha goleadora era sólo éso, una racha. Que en muchísimas ocasiones han surgido promesas que terminan por malograrse (por ejemplo Luis Angel Landín, Omar Arellano, vamos, hasta Santiago Fernández jugó con el Barcelona B). Que tarde que temprano su rachita tenía que acabarse y entonces quedaría expuesto como un "one season wonder".

Pero luego pasó lo del Manchester...

Y bueno, siguió anotando. Nada más que ahora no era ante las endebles defensivas mexicanas. Su primer anotación en encuentro oficial con el Manchester United fue ante el Chelsea inglés de Ancelotti. Con John Terry y Ashley Cole en la defensa. ¿Qué es entonces lo que me genera animadversión y deseos de que falle?

Tuve que replantearme la pregunta y es hasta éstos días en los que empiezo a construir una respuesta, que probablemente no tiene nada de razón porque está basada en gustos personales pero no deja de ser MI razón.

Detesto a los niños buenos.

Prefiero mil veces a un Wayne Rooney en líos de faldas, a un Cuauhtémoc Blanco cínico, burlón, malhablado, encarador, con valentía (o como gusten llamarlo). No por nada siempre me han interesado más las historias de Garrincha, de Paul Gascoigne, de George Best, hasta de Marco Van Basten y sus piernas de cristal o de Dennis Bergkamp y su fobia a los aviones que lo obligaba a programar sus calendarios acorde a las rutas ferroviarias.

Que tiene talento el Chicharito es muy difícil negarlo ya. Pero no batallo para imaginarlo en la ya célebre fiesta de los seleccionados en Monterrey después del encuentro ante Colombia, y diciendo: "Oigan no hay que ser, mejor vámonos a dormir porque mañana sale temprano nuestro vuelo", y que la única razón por la que se quedó es por la presión de sus mayores (y más gandallas) compañeros.

Tal vez me caería mejor si a él también lo hubieran suspendido junto con Efraín Juárez y "Carlitos" Vela.

No le deseo nada malo, me gusta la idea de futbolistas mexicanos triunfando en el extranjero. Pero sinceramente, cuando veo que anotó un gol y empiezan a compararlo con Hugo Sánchez, una parte de mí quiere que fracase estrepitosamente y termine jugando en la Segunda división de Chipre.



Pero este video sí me hace reír.

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