lunes, 27 de mayo de 2013

La depresión

He llegado a un punto de mi vida en el que trato de evitar de forma consciente toda lamentación o lloriqueo. Siento que no tiene mucho caso y sí mucho de patético porque es una forma bastante burda de llamar la atención, de generar afecto y empatía. "Me siento mal y quiero que me consuelen" aunque dicho consuelo rara vez satisfaga las necesidades del desconsolado. 

No juzgo a los que lo hacen. Yo mismo lo hice durante mucho tiempo y de diferentes maneras. Todavía hoy, aunque me resisto a hacerlo, supongo que lo hago. 

Voy a contar mi historia de forma exageradamente resumida pero, créanme, tiene un propósito la siguiente exposición narcisista. Creo.

Siempre fui el alumno más destacado, el muchacho tímido, algo serio pero bien intencionado. Siempre pensé en estudiar medicina. Siempre me enamoré estrepitosa e inmaduramente. Siempre estuve en el camino correcto hacia el destino que todos esperaban de mí. Un camino que yo elegí y que me autoimpuse. Siempre fui un ejemplo a seguir y en repetidas ocasiones me lo dijeron. 

Entonces hace casi 3 años me derruí sin hacer ruido. No tenía motivos para hacerlo, al menos no aparentes. Tenía una novia poco menos que perfecta, una familia amorosa y comprensiva, amigos bastante decentes en su indecencia y un estatus social bastante aceptable. Conocido, querido y respetado, en general. 

No me fue suficiente. Muchas cosas me preocuparon. Siempre había visto la realidad como a través de un espejo retrovisor, sin fijarme en la advertencia: "Objects in mirror are closer than they appear". La vida era algo que le pasaba a otro, era un show de TV. Empecé a ver los hilos que me movían y yo no quería ser un títere. 

¿Qué hice? Me escondí de todos, hasta de mí mismo. Nadie sabía lo que pasaba y me encargaba de fingir y de mantener las apariencias. Sonríe, güey, nadie tiene por qué darse cuenta. Cubría un engaño con otro y empecé a faltar a clases y a las prácticas en el hospital y a las reuniones con mis amigos y a los exámenes y a todo lo que pusiera en riesgo mis excusas. Me iba a caminar por las calles con un libro en la mochila y música en los oídos. Bastante poético, güey. Pura literatura. 

Lloraba seguido, sin motivos aparentes. Todo me sobraba. Empecé a rodearme de gente "mala". Empecé a hacer cosas que jamás contemplé hacer. Empecé a mancharme y a desconocerme. Todavía hoy a veces me cuesta verme al espejo. 

Le hice daño a muchas personas; principalmente, a mí. No le hace, así síguele. En algún momento ésto tiene que detenerse. 

Choqué terriblemente. El carro fue pérdida total y yo salí sin un rasguño. No importa, tú sigue fingiendo tantito más. Fue un accidente, ajá.

Las personas empezaron a alejarse de mí. Las que no se alejaban voluntariamente, eran alejadas por mí. Verlas y confrontarlas y  aceptar su ayuda era enfrentar mi situación. Para qué. Sáquense a la chingada, yo puedo solo.

Entonces confirmé que la mierda siempre flota. No se puede ocultar todo, todo el tiempo, a todas las personas. Las mentiras son temporales y eventualmente se rompen. Uno las remienda pero se notan los parches. Entonces tuve que aceptar ayuda en contra de mi voluntad y empezar a ver mis problemas.

Tuve que empezar de nuevo en muchas cosas. Algunas relaciones quedaron dañadas permanentemente. No elegí estar deprimido pero sí elegí cómo manejarlo. Mejor dicho: elegí no elegir y ese camino me llevo al fondo del pozo.

¿Cómo mejoré? Estoy mejorando, creo. No fue magia ni pasó algo extraordinario repentinamente. Igual que llegó se está  yendo: despacio, a veces de forma imperceptible pero cada mes que pasa me siento mejor. Llegué a pensar muchas veces en terminar con todo porque no me sentía con fuerzas suficientes. A veces me siento débil pero sé que todo pasa. 

A veces me siento triste, como todos pero trato de sonreír y de sublimarlo. Me siguen pasando cosas muy tontas y a veces cometo estupideces contra mí y contra los demás. Trato de reírme igual de ello. 

No sé si todo estará bien ni puedo prometerle a nadie que lo estarán. Lo que a mí me sirvió puede que no les resulte útil. Sin embargo, mi consejo es éste: háblenlo.

Si no se sienten capaces de hacerlo solos, busquen ayuda profesional. Estuve/estoy en psicoanálisis y durante mucho tiempo tomé antidepresivos y pastillas diversas. Llevo casi un año sin necesidad de ellas pero fue paulatino.

Déjense querer y no se sientan solos. Hay muchas personas como nosotros y siempre hay alguien con quien hablar de estas tonterías. 

A veces me costaba ver la salida del túnel. Ahorita les puedo decir que esa salida existe. Tal vez existirán otros túneles y otras desviaciones en el camino pero arrieros somos y en el camino andamos.

Ánimo y un abrazo para los güeyes y un beso para las damas.