sábado, 12 de octubre de 2019

¿Y que tal si estás equivocado?


Consideremos un escenario. 

Eres un hombre que nació en una familia cristiana. Fuiste bautizado, hiciste tu primera comunión y confirmación. Has ido al templo a celebrar la Palabra todos los fines de semana de tu vida. Has llevado una formación religiosa estricta y amorosa. Cada escrito de la Biblia no son para ti párrafos alegóricos y mucho menos vacíos: están repletos de significado. Para ti: el único significado. Estás convencido plenamente que Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios, el Elegido y que Él murió para salvarnos a todos. 

Precisamente por tu certeza y porque tiene todo el sentido del mundo, decides -¿es decisión?- dedicar tu vida al servicio de Dios y de tus hermanos. Es decir, formar parte del Ministerio. Ser sacerdote, pastor, predicador, whatever. Estás haciendo el Buen Trabajo. Todo tu esfuerzo está cimentado en el Amor. Es claro que desde esa perspectiva de vida, es lo único que tiene sentido hacer. 

Consideremos una catástrofe existencial.

Supongamos que alguien demostrara fehacientemente que no hay un Dios. Sin lugar a dudas. Desde la perspectiva que prefieras: filosófica o matemáticamente. Contundentemente se desmiente su existencia. 

¿Qué sentiría el siervo de Dios? ¿A qué dedicaría su vida ahora? ¿Podría sobrevivir sabiendo que su motivo de vida estaba basado en mera ilusión? ¿Seguiría fiel a sus convicciones a pesar de que por primera vez conoció la duda? 

No pretendo negar la existencia de Dios. No tengo 18 años. No es una crítica al cristianismo ni a las religiones. Creo sinceramente que tienen una razón de ser y que generalmente hacen mejor a las personas. Un poco hipócritas y prejuiciosas pero generalmente mejores. 

Mi punto -si es que hubiera uno- es que creo que lo más sano que un ser humano puede hacer es dudar de absolutamente todas sus convicciones. Al menos el chingadazo no va a estar tan estrepitoso si se entera que estaba equivocado.

Duda de todo: de lo que se te ha enseñado, tus convicciones, tus miedos, tus metas, tus prejuicios, tus simpatías. Duda de las personas que te rodean. Duda de todo aquél con el que llegues a interactuar. Y, principalmente, duda de ti mismo. El único camino hacia la mejora es la constante destrucción propia.