martes, 26 de julio de 2011

Mario Balotelli: El futbol es cosa seria

Pobre de aquél que se atreve a romper los cánones. Merece ser repudiado e insultado por todo el mundo. ¡Mira que intentar una jugada así, Balotelli! ¿Qué necesidad tenías? Es una falta de respeto hacia el equipo contrario, hacia tus compañeros de equipo, hacia tu técnico y hacia la afición. Todavía más, es una falta de respeto al fútbol.

¿Que era un partido amistoso? Claro, éso ya lo sé. ¿Acaso tienes una idea de cuánto dinero están ganando con esta gira por Estados Unidos? No creo que al equipo lo vuelvan a invitar, menos con este petulante futbolista. Fue una tremenda falta de respeto a la ciudad de Los Ángeles que los recibió con los brazos abiertos.

¿No era más fácil tirar a puerta? Este juego se gana con goles. Da lo mismo marcarlos con la cabeza, con los pies, con la espalda, con el vientre, con lo que sea. Mientras el marcador cambie, un delantero es eficiente y rentable.

Me dices ahora que es un jugador con muchos problemas psicológicos. Sí, yo sé que a los 3 años una familia italiana le dio alojo porque sus padres biológicos no podían mantenerlo. Sí, sé que ésos mismos padres que lo entregaron a servicios sociales y desaparecieron, reaparecieron en su vida cuando ya estaba despuntando como futbolista profesional. Sé que a pesar de que él siempre proclamó su deseo de jugar para Italia y no para Ghana, sus compatriotas le gritan que “no hay italianos negros”. Sé que la temporada pasada lo amonestaron 11 veces y fue expulsado en 2 ocasiones… en su temporada debut en la Premier League.

¿Qué importa todo eso? Es un futbolista profesional: los problemas personales se deben quedar fuera de la cancha y tiene que rendir al máximo dentro de ella. En el Manchester City le pagan para que anote goles, para que el equipo gane.

Es un sinvergüenza. Es totalmente justificable la reacción global de los aficionados al futbol. Un jugador así no merece recibir nuestra admiración. Un jugador así debe ser relegado, escondido, sin llamar la atención y evitar que sea una mala influencia para todos aquéllos que practican el futbol. No quiero ni pensar que los niños el día de mañana quieran definir de esa manera en los parques. ¿Por qué imitarlo?

¿Para qué sirve atreverse? ¿Para qué disfrutar en este negocio? El fútbol no es algo que se deba tomar a la ligera, es algo sumamente importante.

¿Que qué diría si hubiera anotado gol así?

No quiero responder tu pregunta.


lunes, 18 de julio de 2011

La feliz ausencia de lo racional

A veces no es necesario que tu equipo gane para enamorarte. Habemos algunos trastornados que preferimos el sufrimiento, luchar contracorriente, escupirle al destino. Decirse grande más con la pretensión de creerlo uno mismo que de proclamarlo al mundo. Saber que todo se puede perder pero lo importante es preservar la dignidad cueste lo que cueste.

Tal vez pocos lectores se puedan identificar con el tributo al personaje de la historia pero SÉ en el fondo de mi corazón y de mi pensamiento que todos tenemos una historia así. Algo irracional, con un toque de locura e injustificable, siendo objetivos. Cambian los nombres, cambian los tiempos pero hay jugadores diferentes.

Desde chico mi papá nos inculcó a mi hermano y a mí el cariño a la camiseta del Monterrey. Me tocaron años difíciles para ser Rayado: el desastre de Lankenau, difícilmente avanzar a la Liguilla, ser un flan completamente en cada visita a la Capital (recuerdo varios 6-0 en contra *gulp*) y asoleadas constantes en la tribuna de Sol.

Pocas cosas me motivaban a ser Rayado, lo confieso. Una de ellas, la más importante tal vez, era un joven argentino de larga cabellera, complexión delgada y corta estatura: Sergio “El Pibe” Verdirame. Perdonen si exagero pero en mis recuerdos era un crack: conducía el balón con elegancia, tremenda velocidad, disparaba bien de media y larga distancia, driblaba con eficiencia y tenía una zurda educada. Sobra decir que mi playera de los Rayados tenía estampado su número 11 en la espalda.

El tiempo pasó, las cosas no cambiaban y mi equipo cometió una vileza irreparable, al menos así lo consideré yo en su momento: Verdirame se va del equipo. Explíquenle a un niño de 11 años que su ídolo va a cambiar de playera, que ya no va a defender más los colores de su equipo, que probablemente jugará en contra y quién sabe, a lo mejor anota.

Crecí yo y creció también el Pibe. En el 2002 seguía apasionándome pero ya tenía 16 años. Era un adolescente con ínfulas de adulto, un poco detestable como todo adolescente. Sin embargo cuando apareció la noticia de que Verdirame regresaba a los 32 años al Monterrey, tras 3 años de retiro, a calentar la banca y buscar ganarse un lugar en el 11 titular como cualquier novato... Les hago la pregunta: ¿Quién puede olvidar al ídolo que tuvieron a los 11 años?

El 14 de septiembre del 2002, el Monterrey jugó un partido intrascendente para la estadística en el Estadio Tecnológico. En la jornada 8 del torneo Apertura le correspondió hacer el papel de anfitrión ante el Querétaro, que nunca ha sido precisamente uno de los clubes más fuertes en el Futbol Mexicano.

Ganaba el Monterrey 1-0 y todo parecía común y aburrido cuando al minuto 85 el DT Daniel Alberto Pasarella llamó al Pibe, que por primera vez en el torneo estaba disponible para jugar, para que reemplazara a Antonio de Nigris. Dos minutos pasaron y tras un largo despeje del portero Omar Ortiz, el balón techó al defensa y Verdirame arrancó por la izquierda, listo para encarar al portero.

Hay instantes que duran una vida. A mí esos segundos me duraron una infancia. Fue recordar, añorar, saber que las cosas habían cambiado de una manera definitiva, completa y que ya no iban a ser iguales. Verdirame y yo ya no éramos los mismos. Entiéndame, querido lector, sé que era un partido como cualquier otro y sin embargo ese momento es parte importante de mi vida como aficionado. Sé también que, aunque lo niegue vehementemente, usted también tiene un partido así implantado en su alma de aficionado.

A veces la vida es necia y cruel, irrumpe en medio del destino y lo corrompe, destruyendo los planes trazados en la más romántica de las mentes. Sin embargo, ese momento fue respetado. Entró por la izquierda sólo y definió de zurda (¡de qué otra manera iba a ser!)

Verdirame corrió hacia la banca gritando su felicidad y derramando lágrimas. Era un momento especial: para él, para mí, para muchos aficionados. No ganó un solo campeonato de Liga con el Monterrey, ¿por qué lloraba él? ¿Por qué lloraba yo?

A veces lo más difícil de justificar razonablemente son los sentimientos. No sé, no recuerdo otra cosa de esa temporada. Leo ahora que jugó unos minutos más en otro partido pero para mí ahí se retiró. Sí, hay momentos que valdría la pena enmarcarlos en la memoria.

miércoles, 6 de julio de 2011

La pureza como bandera

2 de octubre del 2005. La Selección Nacional de México, en su modalidad sub-17, se encuentra disputando la Final del Mundial de la categoría contra su “similar” de Brasil. Jamás había visto éso y dudaba muchísimo de verlo en algún momento. Y ahí estaban, para sorpresa de un país entero, los casi niños mexicanos: sonrientes, desafiantes, despreocupados, llenos de coraje y hambre de ser.

Para el que ahora escribe, más sorprendente que el hecho de que la Selección Mexicana se encontrara en la Final, es el hecho de que me acompañó en ese momento mi mamá frente al televisor. Ella que huye ante las conversaciones de futbol familiares, que siempre elige refugiarse en un libro durante los partidos televisados, que nos invita a la mesura y describe a los futbolistas como brutos cuasi mercenarios que se adueñan del tiempo e intelecto del público.

Más allá de si tiene algo de razón o no, quiero enfocarme en el hecho de que en ese momento ella estuvo ahí conmigo, emocionándose y festejando los goles de los jóvenes futbolistas. Todavía más: jamás lo reconocerá pero estoy seguro que vi sus ojos llenarse de lágrimas impulsada por el sentimiento de orgullo, esperanza y admiración ante la más hermosa faceta del futbol, mientras luchaba por no derramarlas y provocar las burlas de nosotros, sus hijos.

Y es que ver a estos muchachos jugando conmueve. Todavía no son estrellas. Algunos de ellos a lo más que llegan es a promesas. De ésos, solo unos cuantos proseguirán su camino y brillarán en el plano internacional. La mayoría tal vez juegue profesionalmente, unos con más pena que gloria. Algunos ni eso.

Por ésta razón, verlos en esa etapa de su carrera futbolística es lo más cercano que estaremos de verlos limpios, puros, no viciados.

No hay que generalizar, pero hay que ser realistas: muchos futbolistas profesionales anteponen el beneficio económico sobre el factor diversión, y está bien, el futbol es un negocio. Muchos son los jugadores jóvenes que, vislumbrando la grandeza, pierden el piso y terminan olvidados por esta maquinaria siempre renovable. Tristes e innumerables son las historias de aquéllos que dejaron escapar su oportunidad de renombre al cometer errores y no tener oportunidad de rectificar.

Muchos futbolistas aprenden “mañas”. En el tiro de esquina, el defensor insulta de mil y un maneras al delantero rival para sacarlo de concentración. El delantero rival, al enfilar al área enemiga, siente un rozón en la parte posterior de la pierna derecha y cae desplomado mientras rueda por el suelo… sale de la cancha con un rictus de dolor en el rostro, e inmediatamente se para, hace unos estiramientos en la lateral de la cancha y regresa a la cancha trotando tranquilamente. Jalones de playera, recordatorios maternales, tocamientos para distraer, escupitajos, entradas desleales para ablandar al rival… Todo aquéllo que es ilegal pero “justificable” para algunos en el futbol profesional. Lo importante es ganar.

Aquí no. Cae un rival e inmediatamente el balón sale de la cancha. La mayoría de las faltas son verídicas; ningún jugador quiere caer y dejar escapar la oportunidad de anotar el gol, de hacer feliz a su equipo, su familia y a su país.

Sí, son jugadores en etapa de formación. Todavía les falta depurar muchos conceptos de juegos, muchas herramientas de las cuales se valdrán más adelante; por lo mismo, hay errores en la marcación, desaciertos ofensivos, malas salidas de los arqueros… Todo esto contribuye a un mayor espectáculo, a marcadores más abultados, a llegadas constantes de ambos lados. Es un futbol más torpe tal vez, pero muchísimo más noble y más agradable a la vista y al corazón.

Los que han estado siguiendo este torneo, ¿con qué se han emocionado más: Mundial sub-17 o los partidos disputados hasta ahorita en la Copa América? ¿Dónde han visto mayor espectáculo? ¿Cuál competición los ha conmovido?

Durante esta competición es cuando más orgulloso me he sentido de este deporte y todo lo que provoca. Lo más bello del futbol, para un servidor, no es todo el dinero que mueve, ni la mercadotecnia, ni la táctica, ni siquiera los jugadores de talla internacional. Me enorgullece y me emociona que sea capaz de tocar las fibras sensibles de toda aquella persona que está dispuesta a observarlo como si fuera un niño.