martes, 1 de septiembre de 2015

No es tan difícil ser buena onda

No es tan difícil ser buena onda. El problema es que resulta trabajoso. Implica esfuerzo porque nos obliga a abandonar nuestra visión de la realidad como única, inamovible e imperturbable. Nos fuerza a aceptar otros puntos de vista como válidos. Y nos planta un espejo frente al cual resulta imposible esconder nuestros defectos.

Mira alrededor. Siempre hay gente.

Paradójicamente, gente que brilla por sus defectos y errores en nuestros radares. Allá se ve el pendejo que engañó a su novia. Allá va la puta que se besó con tres en una fiesta. Desde aquí se ve el joto que critica a todos a sus espaldas. Ahí va el niñato que no deja de hablar de su amor imposible. Mira, la perra que se levanta por cabrona pero no habla de su hijo. Ahí está el que nunca deja de mirar su celular mientras el resto convive. Ahí está el que manda todas las cadenas pendejas en grupos de WhatsApp. Ahí el comediante de Internet. Ahí el que se burla del comediante de Internet. Ahí el que no sabe qué quiere pero aparenta. Ahí el que sabe qué quiere pero quiere pura mamada. Ahí la gorda que siempre está a dieta. Ahí la que se cree buena pero está bien culera. Ahí la diosa que nunca te contesta. Ahí el pendejo que te humilló cuando estabas en primaria y ahora no se acuerda de ti.

El problema es reconocer que siempre es más fácil encasillar a la gente para distanciarnos. Es menos trabajoso asignar papeles monotemáticos como si se tratara de un casting en una pinchurrienta película hollywoodense. Nos ahorra el desgaste de vincularnos con otra persona, con otro ser humano que piensa, que siente, que acierta, que la caga y que existe. Mejor simplificarlos para evitar pensar que en otro momento hemos sido ellos. Que en otro momento hemos actuado tal y como ellos lo han hecho y que tal vez ésa es la razón por la cual sus comportamientos nos resultan repelentes e insoportables. Tal vez esa persona en la cual no puedes dejar de pensar porque detestas lo que hace, cómo lo hace, lo que dice y cómo lo dice, su forma de andar, su forma de mirar, su pinche anhelo de algo te recuerda terrible e insoportablemente que a veces tú también piensas así.

No. Son mamadas. Míralo. No se parece nada a ti. Tú no eres como él. Él es un extra, un actor de reparto, si bien. Tú eres el protagonista.

Respira tranquilo.