martes, 18 de octubre de 2011

No es fácil encontrar a Dios

No es fácil encontrar a Dios. “No tienes que buscarlo, Dios está en todas partes”. “No lo busques, Él está contigo”. “Él te eligió desde antes de nacer”. Ni siquiera son los mejores clichés que he escuchado y sí, yo también los he repetido en numerosas ocasiones.

Es difícil, al menos para mí ha sido difícil… y sigue siéndolo.

La persona que conozco que tiene la fe más fuerte es mi mamá, dudo que dude. Si acaso ella ha dudado, me consta que se abandona todavía más en sus creencias y ora pidiendo más fe.

Si crecí dentro de la fe católica fue gracias a ella y a su influencia. Pero pues desde chiquito soy contreras. No lo niego: cuando me llevaba a misa a la Purísima estaba más concentrado en las chavas (grandes, no chiquitas) que había ahí, nada más viéndolas. Aclaro: probablemente en ese entonces tenía menos de 10 años, no había morbo ni cochinadas que enturbiaran mi admiración hacia el género femenino. Pero desvarío…

Entonces crecí en una escuela católica, el Instituto Regiomontano, y salvo que algún valiente se atreva a contradecirme, los valores religiosos que se nos inculcaron ahí tuvieron influencia, sí, pero a medias. No sé si es el hecho de que éramos solamente hombres, si faltó más doctrina, si faltó más práctica, si los métodos pedagógicos fueron insuficientes. No tengo la menor idea, no soy educador y tampoco puedo acusar a la escuela sin más. Pero sí, de ahí saqué valores y principios pero no una gran certeza en cuanto a mi fe se refiere. Creía porque no tenía otra opción, porque era inconcebible creer en otra cosa o, todavía más, dejar de creer.

Entonces llegó la época en que pude ir de Misiones, en 2º año de prepa. Proseguiré con la sinceridad: no tenía la menor idea de qué era, de qué se trataban y cuál era el oficio o beneficio. Fui a las juntas y a la sierra de Durango porque una chava que me gustaba iba de Misiones. Añado: jamás hablé con ella, je.

No me cambió la vida, pero sí me gustó. En retrospectiva, no creo que haya sido tanto una experiencia de “fe” sino de socialización. Me gustó la convivencia, hacer amigos, hacer reír a los niños de la sierra, platicar con las señoras y los señores de la comunidad, y sí, ahí va otro cliché: “aprender de ellos en lugar de que yo les enseñara algo”. Sí, aprendí mucho de ellos en cuanto a la sencillez, la humildad, la llana felicidad, el esfuerzo y los frutos del mismo.

Más por permanecer que por méritos propios fui “ascendiendo en los rangos” de la organización. Ahora yo, el inseguro, tenía que formar a nuevos misioneros. La única razón por la que no rehuí a la invitación fue por la presión de que mi hermana, 1 año menor que yo, también iba a serlo. No sé, es algo de orgullo entre hermanos, creo. No lo hice tan mal. No sé qué tan bien, pero sé que no lo hice tan mal… pero seguía sin encontrar a Dios.

Entonces pasó algo que marcó un cambio: mis amigos se “cambiaron de grupo” de misiones. Uf, el faux pas en cuanto a movimientos religiosos. Si se hubieran hecho budistas creo que no hubiera causado tanto revuelo. Para acabarla, se fueron con el grupo de misiones de mi colonia, cuya parroquia está a menos de 10 cuadras de mi casa.

¿Y qué pasó? Los vatos emocionados, alterados, en plena efervescencia y enamoramiento quisieron compartirlo. Lo que suele pasar cuando alguien descubre algo nuevo que los desestabiliza (aunque sea para bien). Es difícil aguantar a una persona que se la pasa hablando de lo mismo cuando no lo conoces. Para utilizar un símil: si no tienes pareja, ¿te gusta escuchar a un amigo hablar sobre lo maravilloso, genial, asombroso, estupendejo y perfecto que es su novia? Osea sí, dices, chido, pero por favor cállate tantito.

Entonces los mandé a la goma literalmente por mucho tiempo. Seguí con un vacío pero, en serio, en esta sociedad y en estos tiempos quién no tiene un vacío por dentro… ¿soy el único? Ah bueno, prosigo.

Entonces, Navidad del 2006. Más por insistencia de mis amigos y por cansancio mío, accedí al fin. MSJ ahí te voy. No era mi mejor etapa (tampoco la peor, ja), entonces sí, llegaba tarde a las juntas, desvelado, UNA vez crudo. “Been there, done that”, por eso después le tomaba un cierto agrado a los que veía en situaciones similares. Las juntas… pues chidas, digo, se tomaban la molestia de saludarme aunque no me conocieran, gente que yo veía como alienígenas o lunáticos porque no dejaban de sonreírme me preguntaban cosas, querían que me pusiera a jugar. Igual mi opinión es controversial en este círculo pero no sé, según yo las juntas sirven para tres cosas (parafraseando a un amigo): para nada, para nada y para nada.

Sin embargo, la semana de Misión… Por muchísimas razones fue diferente. Yo venía arrastrando mil cosas y necesitaba una respuesta, un camino, ALGO nuevo. Bueno pues lo encontré.

Ahí empezó mi estadía en el grupo que duró varios años. Sin quererlo ni buscarlo (algunos dirán sin merecerlo, je), llegué a hacer cosas que jamás pensé haría.

No sé si decir que me cambió la vida. Recuerdo ese tiempo con mucha añoranza y con mucha gratitud, eso sí. Me sentí pleno y satisfecho por primera vez en mucho tiempo, y bien o mal, mi fe en Dios alcanzó un nivel que jamás había experimentado.

El grupo es obra de Dios, rinde frutos, no se queda estático, aborda la tarea que le corresponde con alegría y con bondad. Hay muchísima gente buena involucrada. Hay muchísimas sonseras y bronquitas, como en todo asunto humano pero es lo de menos, en verdad. Ha formado personas: aquí y en cada uno de los lugares de misión que le ha tocado visitar. Ha tocado vidas, ha cambiado perspectivas, ha ablandado corazones, ha iluminado vidas y ha mostrado a algunos (como su atento servidor) que hay gente buena y que uno tiene la libertad de elegir cómo vivir.

Por todo ésto y muchas cosas más, estoy agradecido con MSJ. Sí, hay gente que aprecio, hay algunos que hasta quiero. Fue una etapa muy, muy bonita de mi vida y estoy agradecido con Dios por haberme permitido vivirla. Además, jiji, ahí conocí a la persona que más admiro, quiero, respeto y venero. Aunque fuera por esa razón nada más, tendría motivos de sobra para estar agradecido con MSJ.

En fin, mucho rollo ya. Feliz 10º Aniversario, Misión San Jerónimo.