lunes, 25 de febrero de 2013

Gustos

Vivimos en tiempos fascinantes. Es un cliché pero no deja de ser real. El intercambio de conocimiento es (hasta ahora) gratuito, (todavía no pero en vías de serlo) universal y libre de censura. Un smartphone es un medio para ahogarnos en la cultura de nuestra civilización, con todas sus bondades y calamidades. Depende entonces del usuario discernir en qué áreas enfocarse. Es cuestión de gusto.

Entiendo a los cánones de la belleza como estructuras cambiantes, maleables y etéreas. Lo que a uno le parece bello, a otro puede parecerle repulsivo. No tiene nada de malo eso pero creo que a muchos les amarga la libertad de elegir del otro. El esnobismo no es una novedad pero se ha convertido en una pandemia contemporánea. Eso en vez de molestarme, me entristece.

Es riesgoso atreverse a exponer las preferencias. Es riesgoso mostrarse. En lugar de sumergirnos y enriquecernos, catalogamos y enjuiciamos. En lugar de compartir y hacer comunidad, reservamos egoístamente y segregamos a los diferentes. Entiendo. Estuve ahí y a veces todavía estoy: uno desea sentirse especial, diferente, poseedor de buen gusto y de originalidad. La vida me ha enseñado que esas diferencias hay que celebrarlas, apreciarlas y observarlas con detenimiento para aprender de ellas. Agradezco que existan personas diferentes a mí y con gustos diferentes a los míos porque me permiten observar la vida con miradas distintas, salir de mí y apreciar la belleza en todas sus manifestaciones.

A veces siento una indignación muda al toparme con paladines del buen gusto, obstinados en imponer sus percepciones a los demás. Un libro, una película, una canción, una pintura, una fotografía, una escultura o una serie de TV dicen cosas diferentes a personas diferentes. ¿Quién soy yo para criticar a Madonna? ¿Quién soy yo para vilipendiar a Harry Potter? Si un ama de casa atribulada encuentra solaz en "50 Shades of Grey", ¿en qué me afecta? ¿Es necesario que todos disfrutemos de la música clásica o de Cortázar o de Rembrandt o de Warhol? 

No pretendo hacer una apología de la mediocridad. Más bien, esto es un intento de evocar empatía. Uno es lo que ha sido y sus circunstancias. No debería exigírsele igual al que ha tenido todas las oportunidades de enriquecimiento intelectual y/o cultural que al que solamente tiene a su alcance la TV local. 

El hecho de que te guste el reggaetón o el cine de Michael Bay no te convierten en un pendejo. El hecho de juzgar desde tu superioridad moral sí te convierten en un pobre tonto a mis ojos.

Tal vez todo esto lo escribí para justificar mi gusto por los Backstreet Boys.