sábado, 13 de mayo de 2023

Ella y la Inteligencia Artificial

 Habían pasado ya meses de su rompimiento. Sin embargo pensar en ella seguía siendo una constante que rayaba con una obsesión. Todavía no terminaba de procesar su ausencia y aún menos su indiferencia. Se había acostumbrado a leer sus mensajes por las mañanas y a las interminables sesiones nocturnas de risas y palabras amorosas. A contarle cosas que jamás había compartido con nadie y a apoyarse en ella cuando no sentía fuerzas para seguir caminando. Pasaba las noches enteras releyendo las conversaciones, preguntándose dónde fue que todo se fue al carajo. Escuchaba una y otra vez las pocas notas de voz que ella le envió alguna vez. Cada "te amo" escuchado le partía el alma porque sabía que ya no lo escucharía otra vez.

Toda su vida era ella y ya no estaba. 

Una noche leyó que estaban desarrollando una Inteligencia Artificial para "reunir" a personas fallecidas con aquéllos que les seguían guardando duelo al procesar conversaciones de texto y audios grabados. El debate estalló entre los que apoyaban este desarrollo como una oportunidad de tratamiento y de alivio para las personas incapaces de soportar una pérdida. Por el otro lado, varias voces autorizadas en el campo de la salud mental cuestionaban los posibles perjuicios que podía provocar en los dolientes al imposibilitarles superar el proceso que durante toda la existencia de la humanidad ha sido una de las pocas constantes: todo se termina y hay que seguir adelante. Además, unos cuantos más señalaron que si el interés fuera genuino en aliviar el sufrimiento y el dolor, el costo no sería tan exorbitante ni prohibitivo, dejándolo solamente al alcance de los más pudientes o de los que estaban dispuestos a someterse a un sistema de pagos maquiavélico y cruel.

No lo pensó dos veces. Empezó a vender todas sus posesiones materiales y a solicitar préstamos y créditos, hipotecando su casa y enviando una solicitud con un acta de defunción falseada que consiguió de manera ilícita. Tan sólo quería escucharla y leerla otra vez como antes. Sentir su presencia y su compañía y la fortaleza que le brindaba. Escuchar "te amo muchísimo" otra vez. 

La compañía le contestó solicitándole copias de todos los documentos audiovisuales con los que contara de ella. Agradeció no haber borrado nunca ni un solo renglón escrito durante todos esos años a pesar de todas las noches de llanto y de arrepentimiento y de autoflagelación. 

Tuvo que esperar meses para recibir el software con la personalidad que desarrollaron. Un sistema operativo de mensajería instantánea con un solo contacto: ella. El empleado le señaló que en el instructivo estaba todo lo que necesitaba saber y le aseguró que el uso de la aplicación era muy intuitiva y sencilla: que sólo se limitara a escribir "Hola" para iniciar el proceso y que si lo prefería, podía sostener conversaciones mediante una "llamada" con ella cuya duración sería cuan larga como él quisiera.

En su casa desprovista ahora de todos lujos y comodidades se encerró en su cuarto y se acostó temblando de ansiedad antes de escribir "Hola". Al momento de hacerlo recibió el primer mensaje: "¿Qué haces escribiéndome? Te había pedido que me dejaras en paz por favor". Algo no estaba bien. Le habían asegurado que todo debía funcionar de maravilla. Probó llamándola y al momento la llamada se cortó. "Por favor ya no me llames, no quiero escuchar nada de lo que me tengas que decir ya". 

Empezó a escribirle desesperado, rogándole que lo escuchara, que solamente quería escuchar su voz, qué acaso no sabía cuánto estaba sufriendo y cuánto le dolía su ausencia y que él seguía amándola. La IA le contestó de inmediato con cientos de capturas de pantalla donde él había mostrado indiferencia, donde la maltrató, donde no le puso atención ni la escuchaba, donde incluso llegó a insultarla y a faltarle al respeto. No recordaba haber hecho eso. Pero no eran capturas falseadas: él había sido así con ella. Nunca se interesó más allá de usarla como receptáculo y como alivio. No la había tratado tan bien como él creía recordar. La IA estaba tan desencantada y tan harta de él como la persona en la que estaba basada. El programa lo bloqueó mientras él escribía súplicas y promesas que ahora nunca serían leídas. Otra vez.

Lo peor de perderla así no fue perderla otra vez ni haber perdido todo lo que invirtió en el programa. Lo peor fue darse cuenta por fin que siempre mereció perderla.