jueves, 9 de mayo de 2019

Mirándote

Te observo de lejos y de cerca y no me cabe en la cabeza que pueda existir algo tan hermoso y tan desconcentrante. Sólo puedo pensar en tus ojos adornando tu rostro y en que si voltearan a mirarme, voltearía a cualquier lado porque en ese momento tal vez me convertiría en piedra o me explotaría el corazón o el alma o la cabeza. No me mires, querida, mira a cualquier otro lado. 

No tienes idea y tal vez sea un poco perturbador que sepas que veo tus fotos y que las vuelvo a ver y que memorizo tus detalles. Tus pestañas como persianas que adornan esas ventanas a tu alma. Tus cejas de terciopelo. Tu nariz que inspira aliento no sólo tuyo sino también mío. Tus labios húmedos como manantial escondido. Tu piel de porcelana. El ensamble de todo que ni el pinche Miguel Ángel hubiera podido crear. Y que ojalá supiera escribir mejor y tuviera mejores símiles para siquiera hacerle honor a la belleza que posees.

Si supieras que escribo todo ésto y que me late el corazón más de prisa. Que me emociona saber que existes aunque jamás crucemos palabra. Que pienso que saber que estás por ahí caminando es motivo suficiente para creer que la vida, con todas sus inequidades e injusticias y tragedias, vale la pena. Porque si existes tú, algo más debe existir. Porque eres musa y divinidad al mismo tiempo. Porque te rindo pleitesía desde aquí. Porque no me considero digno de mirarte siquiera y si hacerlo me condena al infierno, prefiero una eternidad ardiendo que no mirarte nunca.

Te observo de lejos y de cerca y entiendo por qué hay mujeres que vuelven locos a los hombres. Porque desde que te miré, no puedo pensar en otra cosa que en volver a verte.