domingo, 24 de octubre de 2010

Clásico que te quiero ver.

Las grandes rivalidades siempre han existido. Son maneras que nos inventamos para romper la monotonía, para darle especial renombre a cualquier tipo de encuentros, para sentirnos todavía más parte de una competencia.

En el futbol existen, y existen muchos. Algunos, los más, se definen por mera cuestión geográfica. 2 equipos son de la misma ciudad, la afición se encuentra dividida, el honor de presumir superioridad está en juego. El ejemplo arquetípico de esta rivalidad se encuentra en Milán. El AC Milan de Berlusconi y el Inter de Milán de Moratti. Dos equipos de larga tradición, con numeros escudettos y paridad en los logros. Totalmente incapaces de compartir el mismo estadio... pero en aras de la economía, es menos costoso utilizar el mismo con diferente nombre que construir uno diferente. (Estadio Giuseppe Meazza si juega el AC Milan, San Siro si es el Inter).

Los partidos se convierten en algo todavía más importante que la vida y la muerte. Es la defensa del orgullo, de poder salir a la calle con la mirada de frente, de vivir sin burlas. Dos hombres con todo en común pudieran ser grandes amigos, y esta única diferencia los podría llevar a discusiones, confrontamientos, agresiones físicas y verbales. En la historia del futbol en las tribunas, ha llevado a muertes.

No hay patria más grande que el club que se defiende.

El mejor cuento de futbol sobre este tipo de partidos ya está escrito, y se titula 19 de diciembre de 1971. El autor es el Negro Fontanarrosa, caricaturista argentino, aficionado de Rosario Central. (http://faculty.chicagobooth.edu/christian.broda/website/more/19%20de%20diciembre%201971.pdf)

Luego comentaré de ese cuento, ahorita en lo que me quiero enfocar es en otra cosa. Sí, existen esos Clásicos basados en la localización. Pero hay otro tipo de Clásicos, quién sabe si más importantes pero sí diferentes. Éstos están basados en una animadversión existencial. No te odio porque juegues donde juego, sino porque lo que representas es todo lo que yo no soy. No necesito de tu legión de aficionados, tengo la mía que es incondicional. Si me ganas, mis filas no se verán mermadas.

Yo soy humilde. Tú eres soberbio. Yo soy picardía. Tú eres orden. Yo soy sincero. Tú eres mentira. Yo invierto en la juventud. Tú gastas en lo ya hecho. Yo soy disciplina. Tú eres desorden. Yo me presumo simple. Tú te enorgulleces de ser presumido.

De ésos hay menos. Muchos aspiran a ese lugar... pero esas rivalidades no se inventan en un estudio de TV. Se fermentan en las canchas, en las tribunas, en las casas, en los parques, en el trabajo.

El Clásico por excelencia en México siempre ha sido el América-Guadalajara. Son los dos equipos más triunfadores, representaban sectores poblacionales diferentes.

El Guadalajara es el equipo de México (no hagamos caso a Jesús Martínez y su Pachuquita), apoyado por la Nación Chiva, que en todo México siempre hay un chiva hermano. Eran humildes... o lo son en su mayoría, hasta que apareció Vergara.

El América es el equipo de Televisa. No le importa gastar mientras se consigan resultados. Los jugadores son presuntuosos, dan una impresión de sentirse y saberse superiores en todo. Los aficionados soberbiamente dicen: "ódiame más". Se saben detestados y lo disfrutan.

En teoría, esta rivalidad es la número uno del país. Todos los ingredientes ahí están.

Desafortunadamente, desde hace unos años a la fecha falta el principal. El futbol.


BRONCA AMERICA VS CHIVAS ¡TODOS LOS JUGADORES EXPULSADOS!
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