miércoles, 4 de mayo de 2011

Especie en extinción



El futbol se ha olvidado de que era un juego. Se ha convertido en algo serio, de mucho dinero, en el que si quieres que tu voz sea tomada en cuenta (y de igual forma, despreciada la mayor parte del tiempo) tienes que esmerarte y seguirlo 24/7.

Los futbolistas tienen que ser atletas. Su rendimiento, gritan algunos, debe de ser mesurable. Cuántos kilómetros recorre durante el partido, cuántos pases acierta, cuántos erró, tiros al marco, tiempo de posesión, en cuanto tiempo pueden hacer los 100 metros. En el futbol primermundista el futbolista tiene que seguir las normas y ceñirse a la seriedad del juego si quiere destacar. Claro, el talento sigue importando... siempre y cuando vaya acompañado de la fortaleza física.

Será que a mi no me gusta lo pragmático y a veces me gusta andarle pegando al idealista y romántico, pero me enamoran los jugadores que aparentemente les fascina complicarse.

Leí hace unos días un tweet de un periodista argentino en el que mencionaba la coherencia de Riquelme al renunciar a la paga correspondiente a los juegos en los que no participó. En un mundo cada vez más mecanizado, éstas expresiones de sentimentalismo son las que más disfruto.

No pretendo hablar sobre la carrera de Juan Román Riquelme, de hacer una apología por las grandes oportunidades que desperdició, ni de exhaltar la importancia ni el legado que dejará. Tristemente, a lo más que llegó fue a destacar en clubes de nivel B. Cuando estuvo en el Barcelona, las lesiones y su falta de voluntad lo traicionaron, y en el club que supuestamente apuesta por la belleza y el arte, no le tuvieron paciencia a uno de los mejores artesanos de esa época.

Sin embargo, no me arrepiento de disfrutarlo porque representa a la perfección a esos valores que llegan a su epítome en el jugador de barrio. No es el más rápido, de hecho difícilmente se le verá abandonar su paso semilento más propio de un bailarín de tango. No es el más fuerte... nunca ha necesitado golpear el balón con furia ni barrerse a los pies de un rival. Dueño de un toque privilegiado, de una visión de campo total, metrónomo humano que acelera, luego es todo lentitud y de repente halla el espacio que no existía hace un momento y ahí va el balón.

Riquelme no llegó a brillar por su gitanismo, por su falta de ganas. Talento siempre lo ha tenido, era un 10 "de los de antes". El juego se ha olvidado de ellos.

Afortunadamente, a Riquelme a su edad jamás se le ha olvidado que ésto es un juego y se trata de disfrutarlo e intentar jugarlo de la mejor manera siempre, mientras inunda de nostalgia a todos aquellos aficionados que al verlo soñamos fantasías. Él rara vez sonríe... las sonrisas nos las deja a nosotros.

Viva Juan Román Riquelme.

1 comentario:

  1. Muy bien el blog eh! escribes muy bien, al menos esta entrada de Riquelme me gustó más que el gran trabajo que realizaste en futbolsapiens, muchas felicidades y mucho usto

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