miércoles, 6 de julio de 2016

Para mí sí eras suficiente

Esta vez sí se trata de lloriquear un poco. No es la primera ni la última vez que te rechazan pero ojalá que sí sea la última. Le pasa a todo mundo pero lo importante es que te pasó a ti. 

No vuelves a hacerlo. No te vuelves a exponer ni a arriesgar ni mucho menos a mostrarte vulnerable. Es un mundo de mierda, sí, donde a nadie le importa ni le interesan las intenciones que tienes o que trates de ser bueno. Es irrelevante. No se acaba el mundo pero sí van a cambiar las cosas. Convéncete de ello.

Estás triste pero es más lo que pasas decepcionado. ¿Por qué tú no? ¿Por qué él sí? ¿Nada más porque había llegado antes? Bah. No eres suficientemente maduro, seguro, asertivo o atractivo pero sí eres muchas otras cosas. No eres mal partido. Siendo tú mismo te ha bastado para muchas cosas y te ha sobrado para otras tantas. No necesitas hacer un performance. Exageras tus defectos y minimizas tus virtudes. Las puedes, no nos hagamos tontos.

La verdad, por más que duela e incomode y parezca injusto, es que el problema sí era ella. No sabe lo que quiere o necesita o desea o busca o todas juntas. No la culpas, tampoco porque también has estado ahí. La diferencia es que tú sí te has sentido mal por la otra persona implicada. Es lo humano. El amor es una cosa, claro, pero la decencia y el sentido común y la bondad son otras cosas. No se trata de conformarse si no sabes qué es lo que quieres y eliges a todas luces lo que no deberías elegir. No te eligió a ti. No sabes si es o será un error pero, aceptémoslo, probablemente sí lo sea. Ahora bien, conformarse con menos de lo que mereces  es de pusilánimes, de mediocres, de deshuevados. Estás acostumbrado a luchar por lo que quieres aún cuando lo que quieres no te quiere a ti. Habría que ser menos pusilánime, menos mediocre, menos deshuevado. Aprende a quererte. No es demasiado tarde. Quieres tenerlo todo pero ya que sea con alguien que quiera todo de ti sin necesidad de demostrar o de convencer o de probar.

Claro que es una mierda. No eres feo, al contrario. No te ha ido mal. Te ha ido excelentemente bien. Te han amado mujeres maravillosas. Te han mirado embobadas y te han abrazado y te han besado y las has escuchado suspirar por ti. Claro que la querías a ella. También es maravillosa pero éso qué. 

Está claro que hubieras hecho todo por ella, que la hubieras hecho reír hasta que le doliera la cara, que la hubieras hecho brincar de emoción, que hubieras devuelto sus abrazos y sus besos y sus palabras y sus caricias y hubieras consolado sus quebrantos y lamido sus lágrimas y ya le tenías el altar y le dijiste todo lo que piensas y que nunca habías dicho y le hiciste sentir cosas. No van a ser. No quiere. Sí sabe pero no le importa que pienses todas estas cosas. Sí sabes qué decir. Eres más de lo que aparentas y no necesitas ser más de lo que ya eres. Eres interesante, eres inteligente, eres apto, eres muchas cosas que otras personas en otro momento han valorado y apreciado y agradecido y amado. ¿A ella no le brillaron los ojos? Ella se lo pierde, querido.

No te conformes con menos de lo que mereces. Tú no eres Islandia. Tampoco eres Inglaterra ni Francia ni Alemania. No juegan las analogías futboleras, no van. Eres tú y debes aprender que vales un vergo y que lo imposible puede ser siempre y cuando no lo fuerces. Puedes y debes levantarte de la lona pero no para tirar un golpe de suerte sino para seguir boxeando. No con ella ni con alguien en particular sino contigo mismo. Lo dijo Bolaño: "Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear". Sígale boxeando, mijo. La vida y ella y todo lo que venga te la tiene que pelar.

No tienes ni tenías por qué enamorarla. Por una vez, permite que se enamoren de ti.

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