viernes, 24 de noviembre de 2017

Letilio

Mi abuela era mi todo. Ella me crió, me consintió y empezó ese ciclo terrible de mujeres que me consintieron de más durante mi infancia. 

Tendría creo alrededor de 2 o 3 años. Mis papás se la pasaban trabajando y todo el tiempo estaba en casa de mis abuelos. Un día fuimos a conocida juguetería regiomontana ("el Paraíso del Juguete...") porque, como ya lo dije, a ella le encantaba chiflarme. Ella me preguntó qué juguete quería y yo le dije que quería a "Letilio"

Mi abuelita abordó al dependiente preguntándole por ese muñeco, sin saber si existía o era invento mío o qué. El muchacho la miró confundido y no supo qué decirle. Ésto desencadenó una serie de consultas y preguntas y revisiones de inventario porque en aquél entonces no existía Google. Aparentemente todo este proceso duró horas en las cuales varios hombres adultos me preguntaron que qué monito quería y yo les dije a todos que quería a Letilio.

Mi abuelita perseveró y al final encontramos a Letilio. Me gustaban los Thundercats pero no sé por qué no me gustaban los Thundercats sino Reptilio: el mono más feo de todas las caricaturas ochenteras. Esa era mi obsesión. 

Ella me lo compró y me lo regaló a escondidas de mamá. Toda esta historia me la sé porque mi abuelita se la contó a carcajadas a toda mi familia y todavía es fuente de burlas. Sigo sin saber por qué quería a Letilio. Sí sé que todavía extraño a mi abuelita con toda mi alma.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Despedidas

Él la conoció en un hospital. Ella venía de España a México porque algo ha de tener roto por dentro. ¿Por qué otro motivo alguien vendría a México voluntariamente?

La tercera noche aquí salí a fumar un cigarrillo y lo escuché hablando por teléfono con ella. "Te quiero", le dijo antes de desearle buenas noches y despedirse. Luego colgó y me dijo que estaba loca, que ella dudaba de él y que tenía que decírselo. Lo dijo de esa manera que tenemos los hombres para evitar que se note que sentimos y que nos enamoramos y que nos quebramos. Supongo.

Ella estaba de vacaciones y vino a visitarlo. Se estuvo quedando en un hotel en la plaza central del pueblo y las mañanas, tardes y noches las pasaba aquí con él. Definitivamente estaba loca.

Se besaban a escondidas. Ella acariciaba su espalda con ternura. Él recostaba su cabeza en su regazo. Me resulta lindo ver a dos personas que se quieren. Me provoca envidia también pero generalmente me da más alegría que otra cosa.

Hoy se fue ella. Se despidieron anoche y hoy nuevamente lo hicieron. Ella regresó a Monterrey para posteriormente viajar por el país y después regresar a su hogar. Me lo contó él de esa manera desapegada que tenemos los hombres para minimizar las cosas que nos duelen y nos rompen. "¿Volverás a verla?" "Nah". Encendimos un cigarrillo y caminamos rumbo al hospital sin decir otra cosa en el trayecto.

Así se acaban las cosas. No es metáfora, es vida.