sábado, 9 de abril de 2016

Mi mamá y sus loqueras parte 1

Mi mamá es la típica mamá de los pollitos que siempre acude al rescate de los más necesitados. Éso tiene muchas ventajas para uno siendo su hijo pero también es sumamente desesperante pero gracioso cuando sus inescapables afanes de ayudar y salvar al mundo le resultan contraproducentes.

Un ejemplo que se me vino a la memoria fue ahorita que estaba perdiendo el tiempo en Facebook -signo incontrovertible de sanidad mental y buen estado de ánimo- cuando me topé con las fotos de un hijo de puta que fue compañero mío en la primaria, secundaria y preparatoria. El hijo de puta tiene ahora unos hijitos de putita muy bonitos y simpáticos, uno de los cuales parece una copia al carbón del original. Viéndolo recordé esta anécdota.

Eran finales de preparatoria y mi mamá era la encargada de organizar la fiesta de graduación en mi escuela lasallista. Se había vuelto una experta en planeación. Ya conocía salones, alimentos, luces, decoraciones, centros de mesa, equipos de sonido y grupos musicales. Para variar, se había vuelto experta en algo aparentemente ajeno a sus habilidades y zonas de confort.

Era también la encargada de recolectar el dinero de cada uno de los graduados. Una cantidad nada despreciable pero adecuada para un evento clasemediero de festejo.

Mi compañero no tenía madre. Literalmente. La señora había fallecido cuando él estaba en primaria -no recuerdo las circunstancias, cue the violin music- y tenía dos hermanos menores. Su padre estaba y no estaba así que sus circunstancias familiares eran anómalas en el entorno lasallista. Por ende, mi mamá lo "adoptó". Además, era amigo mío porque yo padezco el mismo mal que mi madre pero no ahondo.

A la hora de recoger los pagos, mi compañero declinó asistir. El único de la generación de casi 150 estudiantes que no iría. Sobra decir que mi mamá casi estalla en llanto. Sabiendo que el orgullo es característica de todo hombre a toda edad, se ingenió una mentira burda: le llamó a mi compañero diciéndole que se había ganado una rifa donde el premio eran los boletos para ir a la fiesta de graduación con todo pagado para él y sus acompañantes.

Adivinen qué dijo el hijo de puta. Que si no le podían regalar mejor el equivalente al costo de los boletos en efectivo.

Casi siempre eso es lo que uno consigue cuando intenta ayudar al que no tiene interés ni necesidad de ayuda. Mejor de lejitos.

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