martes, 23 de octubre de 2012

No creo en el destino pero...

No creo en el destino, querida, pero a veces pienso en todas las decisiones que nos llevaron al encuentro y ya no sé qué creer.

Pienso en esa apuesta del que ya no tiene gran cosa qué perder, que anhela encontrar una respuesta en la religión a pesar de no conocer todavía la pregunta. 

Pienso en mis amigos incitándome a vivir "su experiencia", a "encontrar a Jesús". Pienso en que te encontré a ti.

Pienso en que coincidimos una semana. Pienso que desde antes de marcharnos ya lo sabía. Pienso en las noches que pasé en vela cuidando tu sueño. Pienso en esa noche que lloraste de temor y me comporté como el hombre que deseo ser todos los días.

Pienso en el principio, en la persecución, en las dudas y temores. Pienso en cada flor que te he dado. Pienso en las canciones, en tus risas y en tus lágrimas.

Pienso en mi perseverancia o tozudez. Pienso en la noche que nos adornó el cielo estrellado lleno de explosiones multicolores. Pienso en las coincidencias.

Es inevitable pensar en mis dudas, en mi egoísmo, en mi terquedad y en todo aquéllo que debió separarnos pero no lo hizo. Pienso en los temperamentos opuestos que (a veces) encuentran alivio en el otro. Pienso en mis errores y en que ojalá nunca sea demasiado tarde para enmendarlos.

Pienso, querida, que mi camino es desolación si no vas a mi lado. Pienso que a veces (casi siempre) quisiera ser más como tú y menos como yo. Pienso que no concibo mi vida sin tu presencia y que ojalá esta vez sí entienda. Pienso que vale(mo)s la pena. 

Es que, en verdad, no creo en el destino porque resulta soberbio creer que existe un plan para mí pero pienso en mi suerte de haberte encontrado, perdido y recuperado, y ya no sé qué creer.

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